París

Como capital de su Imperio, Napoleón hizo de París su mayor teatro político. Desde el golpe de Estado del 18 de Brumario hasta su abdicación en el Elíseo en 1815, Napoleón remodeló París de forma tan profunda que muchos edificios, calles y palacios siguen siendo testigos de ello. Pero mucho más que estas reformas y proyectos desmesurados, es su fascinación por la ciudad la que ahora nos invita a reflexionar sobre el legado napoleónico, absorbido simbólicamente entre el pasado y el futuro.

Desde el Louvre renovado y embellecido, la construcción de la Madeleine y la fachada del Palais-Bourbon, el Arco del Triunfo, la construcción del edificio de la Bolsa, la columna de la Vendôme, la consolidación del Panteón y el trazado del Père-Lachaise, hasta la construcción de la Ópera, los teatros, las plazas y los grandes parques o los edificios Haussmann, París conserva el recuerdo y la

las huellas arquitectónicas de las grandes obras lanzadas por la familia Bonaparte, desde Napoleón I hasta su sobrino Napoleón III. Los dos emperadores no sólo contribuyeron a la metamorfosis de una ciudad ahora admirada en todo el mundo, sino también al orgullo de una memoria que es universal.